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El Picuezo y la Picueza de Autol
Los Picuezos han ido transformándose con el tiempo y se yerguen como guardianes de los Catones, habitantes del municipio de Autol. Maravillas geológicas situadas junto al Río Cidacos y al pie del castillo de la localidad, se trata de dos monolitos rocosos de 45 metros de alto, por unos 10 de diámetro el primero, y unos 30 metros la segunda. Al más alto, se le da el carácter varonil, otorgándole el nombre de Picuezo, y Picueza, por ser más pequeño, a su compañero. Hay, a su lado, una forma redondeada y plana, conocida como la Harinosa o la Torta y se dice que fue la causa de su conversión en dura roca por negarse, esta pareja, a compartir su pan con un pobre.
No obstante, la leyenda más difundida es la que cuenta que el Señor del Castillo poseía una viña muy especial, que daba exquisitas uvas, que alguien estaba robando. Una noche, el guarda sorprendió a una pareja que ocultaba algo en una cesta; les pidió que lo mostraran, sospechando que eran uvas, a lo que la pareja se negó y tentó al diablo diciendo: “que nos volvamos piedra, si son uvas lo que aquí llevamos”.
La maldición cayó sobre ellos por mentir, porque eran uvas del Señor lo que ocultaban.
Nadie lo sabe, como nadie conoce su origen o quién les dio esos nombres tan extraños. Lo cierto es que el río y la erosión del viento les ha dado forma de hombre y mujer o de “frailes capuchinos”, depende de los ojos con los que se mire. Ahí están sus nombres y formas, ambos extraordinarios.